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¿Guerras sin fin?

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Carlos Chablé Mendoza

Cuando la identidad se convierte en algo parecido a un laberinto o a una vorágine siempre es bueno preguntar a los abuelos y las abuelas, es recomendable intentar conectarse con los ancestros pidiendo ayuda a un aj meen…y también buscar una charla con el cronista.

El tema de la identidad cultural tiene especial importancia en estos días, la turbulencia con la que los vivamos estos depende si te “informas” o no usando redes sociales. Estamos al parecer a merced de los operadores de oligarcas sin bandera cuyos intereses están muy distantes de los nuestros: ellos quieren tener más a costa de nosotros y nosotros tener lo suficiente para ser felices. Nada sabemos de ellos ni conocemos los rostros de quienes forman la crema y nata de las oligarquías que resultan ser siempre las beneficiadas con las guerras de ayer y de hoy, de esas guerras que parece no tienen final.

Voy en sentido diferente al de las personas que hoy se indignan por la guerra o por las acciones que comete el invasor, es así porque sé que hay muchas guerras silenciadas, por ejemplo: la que mantiene Israel contra palestinos, la de Irak contra kurdos, la de Chile contra mapuches, la que sucede en México contra mayas zapatistas y la que continua “contra” la delincuencia organizada a pesar de los daños colaterales, y así podemos hacer una lista muy larga de otras guerras de hace décadas, por no decir siglos, pero que no se publicitan como aquella “del desierto” o la de ahora: Rusia-Ucrania.

No hay análisis ni reflexión que partan de dar a conocer los antecedentes históricos de los conflictos actuales, y estos solo se dan a conocer a conveniencia de los inversionistas interesados en saquear recursos naturales de otros pueblos o de tener más compradores de los sofisticados armamentos que fabrican. Para ello cuentan con Estados a modo, con lideres/presidentes dispuestos a servirlos con tal de recibir parte de las ganancias. No importa al inversionista patrocinar gobiernos cuyo timón está en manos de cómicos, fascistas o populistas de cualquier tendencia: no tienen escrúpulos y además parece que hace mucho tiempo las ideologías dejaron de ser importantes.

Así que podemos hablar con cierta parquedad y sin mucha emotividad acerca de las guerras que ocurren en el mundo. Nunca terminaron los hechos inhumanos, genocidas, con el fin de la segunda guerra mundial, la “guerra fría” no era tan fría…lo entenderíamos si sacamos cuentas de las muertes que siguieron ocurriendo después de la “derrota a los nazis”.

Además, podemos hablar con mesura, sin aspaviento sobre este tema, porque nuestros abuelos y abuelas nos hablaron de aquella guerra con la que el gobierno mexicano quiso exterminarnos para poner fin a nuestra independencia como pueblo maya cruzo’ob. Nos lo contaron, y algunos lo siguen haciendo, con lágrimas, deseando que aquello no ocurra nuevamente.

Sí, claro que nos preocupa la guerra porque mueren muchas personas, miles, sobre todo niños, mujeres, ancianos indefensos; intranquiliza porque tiene repercusiones negativas en la economía local y las de los demás pueblos del mundo; porque al hacerse una publicidad mercantilista de la guerra de hoy, desde los medios de comunicación y las llamadas redes sociales, solo desinforman, inducen, hacen tendencia que nada tiene que ver con el humanismo, la paz con justicia y respeto a la dignidad de todos los pueblos. Fuera máscaras. La guerra no comenzó, parece que nunca termina y los que se benefician de ella son en esencia los mismos.

*aj men: señor maya que cura


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