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Maestro Leopoldo Arana Cabrera, ejemplo de honestidad y valentía

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Carlos Chablé Mendoza

“La venganza no es buena, divide y destruye a los pueblos”, son palabras del profesor Leopoldo Arana Cabrera, presidente municipal de Muna, Yucatán, que quedaron grabadas en la memoria de Violeta Arana Villalobos, su hija. Profesora activa como él, laboriosa, poseedora de un gran carisma, cultiva la herencia ideológica de su padre y ha destacado por su servicio a la comunidad. Son tales su compromiso social y los resultados obtenidos con su labor cotidiana que recientemente el Poder Legislativo Yucateco y la Confederación de Profesionistas de la Península de Yucatán le hicieron sendos reconocimientos y bien merecidos.

La escuché como a otras personas que compartieron amablemente los textos de sus “calaveritas”, experiencias y testimonios durante la celebración del ochavario que cada año realiza la Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán.

Recordó la triste experiencia de no estar con su padre, el destacado luchador social y alcalde de Muna, cuando este fue víctima de un atentado criminal.

No fue difícil, para quienes la escuchamos con atención, relacionar este hecho ocurrido en 1954 con el muy reciente asesinato de Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan, Michoacán. Si bien se trata de tiempo y contextos diferentes, hay algo muy importante que enlaza las vidas de Arana y Manzo: su compromiso con la ciudadanía y las acciones realizadas para transformar positivamente sus municipios, mismas que les acarrearon el odio violento de caciques, en el primer caso, y de carteles del narco, en el segundo.

Curiosamente, fue el 2 de noviembre de 1954, cuando el maestro Leopoldo,fue balaceado mientras platicaba con vecinos. Por la gravedad de las heridas lo llevaron a Mérida para su atención, falleció finalmente en el hospital O’Horan el día 9 de noviembre, un día como hoy.

Leopoldo Arana Cabrera nació el 27 de mayo de 1916 en el seno de una familia acomodada de Muna, en 1930 inició estudios y se tituló en la Escuela Normal Rural de Hecelchakán, Campeche. Ya siendo maestro, ante la terrible situación en el campo, muy parecida a la época del porfiriato, organizó en Muna escuelas nocturnas para trabajadores, difundió los derechos constitucionales, llamó a organizarse en los ejidos recordando a los mayas que eran ellos los verdaderos dueños de las tierras.

Leopoldo llegó años después a ocupar la presidencia municipal, creó una biblioteca, inició la construcción del mercado; fomentó la apicultura y la siembra de maíz, clausuró cantinas y combatió el contrabando; remodeló el Ayuntamiento.

Estas acciones molestaron al cacique de la localidad, Sóstenes Carrillo, quien sobornó a funcionarios intentando retrasar las obras y pagó publicaciones en periódicos para difamar al presidente municipal.

El artero crimen contra Arana y su pueblo se difundió gracias a Fernando Benítez, autor del libro “Ki: el drama de un pueblo y una planta”. Luego, los textos de Juan R. Manzanilla Dorantes y Roberto Ramírez Venegas, nos acercaron más a la situación que se vivió hace 71 años en Muna.

Con voz tranquila y actitud serena, su hija Violeta Arana, que tenía en ese entonces trece años, nos contó durante el ochavario: Mi padre logró hacer obras y acciones importantes en poco tiempo gracias a la participación de la gente y a su idea de que no tenían por qué esperar a que el gobierno decidiera otorgar los recursos. Todos, desde el más humilde hasta el que tenía mejor situación económica, contribuyeron con piedras, leña, con lo que pudieran.

El historiador Fernando Benítez se encontraba por aquellos días fatídicos en la región, recabando información para su libro ya mencionado, y luego de estar en Uxmal de regreso a Mérida al pasar por Muna, pudo ver que se realizaba una novena, era la casa del maestro Arana Cabrera. El curioso historiador se detuvo y preguntó acerca de lo sucedido, fue así como se enteró y, dada la gravedad del hecho, decidió informar acerca del asesinato a través del Diario de Yucatán.

Roberto Ramírez, en su texto publicado en Historias y más historias, refiere también que durante el funeral del maestro Leopoldo, la multitud quiso linchar al cacique Sóstenes Carrillo, autor intelectual del atentado, pero un hermano de Arana Cabrera lo impidió.

Yucatán se conmovió al difundirse con exactitud que Arana Cabrera fue asesinado por las acciones y obras que realizaba a favor de su pueblo, así, el Congreso del Estado, luego de condenar el crimen, exigió que se hiciera una investigación. Un día después fue capturado el autor material, quien declaró que el mencionado cacique le había pagado para cometer el asesinato, Sóstenes Carrillo nunca fue procesado.

Pese a todo, la bandera, ideas y carácter decidido del mártir fue reivindicado por Violeta para continuar lo iniciado con un esfuerzo valiente por hacer de su pueblo y estado un mejor lugar para vivir.

¡Leopoldo Arana Cabrera vive!

(Imágenes: de Facebook y de Carlos Chablé)


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