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Suku’un Felipe y nuestra Revolución

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Carlos Chablé Mendoza*

Este 8 de noviembre recordamos de manera especial a Felipe Santiago Carrillo Puerto, suku’un Jpil, el hermano Felipe o el compañero Felipe como le llamaban los abuelos y abuelas mayas. Nació en Motul, Yucatán en ese día de 1874, era uno de trece hermanos. Jpil y Elvia fueron los más inquietos desde muy jóvenes, excelentes oradores en lengua maya y quienes destacaron por su sensibilidad y capacidad para arengar e involucrar a más personas en la organización del pueblo maya peninsular. Felipe, como resultado de un gran trabajo de construcción y organización del partido socialista de masas más grande de América en esa época, alcanza el poder por la vía electoral. Desde ahí, siempre acompañado de los y las trabajadoras, realizó un gobierno popular singular que logró concretar reformas sociales de avanzada. Ningún político ha logrado la estatura política y moral de Jpil ni los avances sociales a favor de los indígenas. El final trágico de esa experiencia de gobierno popular es muy conocido y hay que aprender de ese lapso.

Se ha hablado acerca de su participación en la revolución, de que luchó junto a Emiliano Zapata, y algunos piensan que trajo dicha revolución a la península de Yucatán.

Recuerdo que tuve extraordinarios maestros de historia en la escuela secundaria, que pudimos escuchar de ellos amenas disertaciones sobre la revolución mexicana en las que destacaban que esta ocurrió antes que la rusa y que sus postulados agraristas y obreristas se anticiparon a los de la llamada revolución socialista de octubre al otro lado del mundo. Sin duda, disfruté muchísimo sus clases, pero solo escuchamos algo acerca de nuestro pueblo originario maya cuando uno de ellos nos habló de los mayas prehispánicos, y debo decir que recuerdo más de los olmecas.

Comento esto porque luego de leer mucho de lo escrito acerca de nuestros ancestros mayas peninsulares y de la revolución social mexicana pareciera que esta fue “traída” a la península, cuando podemos afirmar que si hubo una revolución anterior a la mexicana y a la rusa fue la Revolución Maya de 1847 que se conoce como guerra de castas.

Ese gran levantamiento maya tenía como objetivo poner fin a la esclavitud padecida por nuestros abuelos y abuelas, acabar con la expoliación económica impuesta por iglesia y gobierno, así como frenar el despojo del territorio que los ts’ulo’ob, extranjeros, querían para extender sus haciendas. Era la época del naciente capitalismo que pretendía convertir la tierra en propiedad privada.

A esto se opusieron los mayas, así que lo que se conoce como “guerra de castas de Yucatán” se trató en esencia de un levantamiento indígena anticapitalista, una revolución que logró frenar por medio siglo la voracidad de las elites burguesas yucateca y mexicana. Con esa revolución los mayas lograron establecer su poder y gobernaron desde Noj Kaaj Santa Cruz Xbáalam Naj, actual Carrillo Puerto, y desde Tulum, el territorio que actualmente es Quintana Roo, ejerciendo su independencia y libre determinación durante medio siglo (1850 -1901).

El dictador Porfirio Díaz mediante su estrategia militar que incluyó la firma de un tratado con Gran Bretaña (1893) y las campañas de exterminio contra los mayas cruzo’ob, cruces, (1901-1915), logró invadir nuevamente y ocupar nuestro territorio.

La revolución maya anticipada que definió el desarrollo peculiar de la península de Yucatán se inscribe entre las primeras grandes revoluciones sociales ocurridas en el mundo, se entrelazó con la mexicana por su objetivo agrarista, al comenzar la devolución de territorios a los indígenas. Por eso, la “primera chispa” de la revolución en Valladolid y su plan de Tselkoop (junio de 1910) fue apoyada por los mayas que continuaban luchando por tierra y libertad.

Los hermanos Felipe y Elvia Carrillo Puerto jugaron importante papel como promotores de ese levantamiento revolucionario en Valladolid, luego fueron organizadores de ligas de resistencia y formaron parte del gobierno popular (1922-1924) que restituyó muchas tierras a los pueblos indígenas.

El entrelazamiento de estas revoluciones es tal que tuvimos los mismos enemigos, entre estos: Ignacio Bravo y Victoriano Huerta, fueron jefes de fuerzas militares encargadas de exterminar a los cruzo’ob. Huerta fue además quien ordenó el asesinato de Madero en 1913. Conmemorando entonces al suku’un Jpil vemos que existen razones para recordar también nuestra revolución.

*Cronista de Felipe Carrillo Puerto, Q. Roo


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