por Carlos Chablé Mendoza
Cronista de Felipe Carrillo Puerto.
“ Durante siglos se ha ignorado nuestro derecho a ser parte y origen…”
Carlos Manzo.
La historia de los pueblos indígenas ha sido después de la invasión, colonia, independencia y revolución, una historia de resistencia. En estas diversas etapas los “vencedores” españoles, criollos o mestizos han intentado sojuzgar, aniquilar o en el mejor de los casos asimilar o integrar a los indígenas.
Solamente que en todas y cada una de esas etapas de la historia nuestros ancestros renovaban su resistencia en cada levantamiento contra sus opresores. Así en nuestro caso, tras la invasión, la “conquista” de la nación maya solo fue lograda por los españoles hasta 1697 pues tardaron 150 años en someter a los mayas del Petén Itzá.
Durante la colonia, hubieron diversos levantamientos pero el de mayor trascendencia fue el organizado y encabezado por Jacinto Canek en 1761 y al final de esta etapa los abuelos ya preparaban un nueva insurrección, la principal, la más grande de ellas conocida como la Guerra de Castas iniciada en 1847 y que dio como resultado la creación de Quintana Roo, nuestra casa.
El pueblo maya, en la parte más álgida y victoriosa de este levantamiento, prefirió en octubre de 1850 fijar sus límites y establecer nuevas formas de relación con los demás, con la sociedad que intentaba conformar la oligarquía criolla y mestiza surgida luego de la guerra de independencia. De esta manera, vivieron por más de medio siglo, independientes del gobierno central mexicano.
El año de 1901 no se caracterizó por la derrota de los mayas rebeldes que fundaron Noj Kaaj Santa Cruz, hoy Felipe Carrillo Puerto. Al tomar este santo lugar el ejército federal al mando del general Bravo y convertirlo luego en presidio para los enemigos del dictador Porfirio Díaz, solamente se obtuvo una mayor resistencia maya, replanteada y actualizada de acuerdo a la nueva situación. Con la importación de la revolución se intentó extender sus “beneficios” hasta la península de Yucatán. En junio de 1915, luego de que los habitantes no mayas desocuparan Santa Cruz, se devolvió a los mayas esta antigua ciudad y sería hasta finales de ese año cuando algunos líderes indígenas sobrevivientes de una epidemia de viruela decidieron poblarla nuevamente. Entre ellos estaban don Francisco May Pech, Encarnación Varela, Pedro Canul, José María Yam, Loreto Chan, Ceferino Cauich , Apolinario Dzib y sus respectivas familias.
Este fue un momento clave en el desarrollo histórico de Quintana Roo, ya que al separar a la población blanca de la población maya se transformaron radicalmente las condiciones sociales y económicas que habían existido hasta entonces. Esa medida permitiría posteriormente el fortalecimiento de los grupos mayas, y de hecho sentó las bases para que el general Francisco May llegara a tener el control absoluto de la zona central del territorio federal de Quintana Roo.
A partir de entonces los mayas recuperaron brevemente su espacio de autonomía bajo el liderazgo y la conducción del general Francisco May, el control que éste ejercía era férreo y pese a la disidencia de los mayas conocidos como “los separados” pudo establecer nuevas bases para su relación con el gobierno revolucionario.
Luego de casi tres lustros, para el poder central la sobrevivencia de una “tribu” independiente resultaba incomodo y un obstáculo para la integración territorial, económica, política y cultural del país. Así, tras una serie de incidentes y confrontaciones, por indicaciones de ese poder central el 2 de junio de 1929, el gobernador del Territorio de Quintana Roo, general José Siurob Ramírez y el general Francisco May Pech firmaron un histórico acuerdo.
Se estableció en un documento la disposición del gobierno federal para otorgar, a los jefes mayas y su gente, concesiones para la explotación forestal así como la libertad para vender sus productos a quien quisieran. A cambio, los mayas respetarían las concesiones otorgadas por el gobierno a otras personas. Fue aceptada la apertura de escuelas en sus comunidades y la supresión de la pena de azotes con la que el gobierno indígena castigaba a los infractores. Se asentó también en el acta que los mayas podían pedir que se les dotara de tierras y si esto no lo creían necesario podrían seguir usándolas en forma común.
Por último, se aceptó que el gobernador nombrara un delegado para Santa Cruz de Bravo pero que en la función de gobernar sería ayudado por un consejo formado por cinco mayas nombrados por estos mismos.
La firma de este acuerdo fue considerada por algunos como la verdadera conclusión de la Guerra de Castas iniciada en 1847 y además de las rúbricas de don Francisco May y del gobernador del territorio José Siurob Ramírez, a petición de este último, se concluyó la reunión con un simbólico abrazo entre el jefe de la guardia federal y el jefe de la guardia maya como una muestra de entendimiento y concordia.
La firma de este tratado se realizó hace 80 años en el parque principal de Santa Cruz de Bravo, hoy Carrillo Puerto. Además de los personajes mencionados estuvieron presentes lideres mayas de Xmaben, Solyaxché, Chunhuas, Pom, Yodzonot, Chanchen y oficiales del ejército mexicano. Se interpreta este hecho como la caída definitiva del poder maya representado por Francisco May y el comienzo de la integración del pueblo maya rebelde a la sociedad nacional. Pero otros creen que se trató de una transición de los mayas a otro tipo de resistencia, misma que le ha permitido mantenerse como pueblo diferente en este México pluriétnico y multicultural.
Bibliografía:
-Enciclopedia de Quintana Roo. 1999.
-El general Francisco May , último jefe de las tribus mayas. Felipe Nery Avila Zapata/compilación e introducción Antonio Higuera Bonfil.1993.
– Quintana Roo. Una historia compartida. Lorena Careaga Viliesid. 1990